martes, 1 de agosto de 2017

Los derechos argentinos sobre las Islas Malvinas


Los derechos argentinos sobre las Islas Malvinas

Los argumentos geográficos argentinos –proximidad al país y pertenencia a la plataforma continental- son centrales los fundamentos históricos y jurídicos.

En realidad no había discusión de quién era el dueño de las islas antes de 1833. Como se sabe, el 2 de enero de ese año, se presentó en el puerto Soledad un navío de guerra de bandera británica, la “Clío”, y a los días siguientes se produjo el desembarco invasor.

Fue una usurpación lisa y llana del territorio patrio. Porque Argentina había heredado los derechos españoles sobre el archipiélago, de acuerdo al principio “uti possidetis juris”.

De hecho, el duque de Wellington, a la sazón primer ministro británico, escribió un año después de la usurpación: “He revisado todos los papeles relativos a las Falkland. De ninguna manera encuentro claro que alguna vez hayamos sido titulares de la soberanía de dichas islas”.

Hay otras opiniones de distinta época de igual tenor, que la cancillería británica obviamente ha silenciado. Por ejemplo, en 1930 se pudo leer en la página 390 de la obra The canons of international law: “Los británicos ratearon las Falkland en 1833”.

Paralelamente, en 1936 el consejero legal de la cancillería británica, George Fitzmaurice, señaló: “Nuestro caso posee cierta fragilidad” y aconsejaba lo que finalmente se hizo: “Sentarse fuerte sobre las islas, evitando discutir, en una política para dejar caer el caso”.

La herencia de España es clave para asentar nuestros derechos sobre Malvinas. El territorio argentino pertenecía a España y las islas también. No obstante la Madre Patria debió enfrentar reiteradamente la codicia británica.

El historiador Néstor Forero, al explicar la invasión británica de 1806 –que fue rechazada por el pueblo de Buenos Aires- explica que en realidad ese fue el quinto intento de conquista.

La primera se remonta a 1763, cuando el gobernador Don Pedro de Cevallos repelió un ataque inglés en la zona oriental del Río de la Plata (hoy Uruguay). Haciendo naufragar una intentona anglo-portuguesa por ampliar sus mercados de esclavos en la zona.

Las otras invasiones tienen que ver con las islas australes. En efecto, la segunda invasión inglesa al territorio fue en 1765, cuando John Byron llega a Malvinas y funda Puerto Egmont.

España reacciona y los británicos se deben retirar. Se instala una dotación militar que depende de la gobernación de Buenos Aires. “De esta decidida acción provienen nuestros inalienables derechos sobre nuestras Islas Malvinas”, dice Forero.

La tercera invasión involucró también a las Malvinas. Se produjo en diciembre de 1769. Los ingleses vuelven a establecerse en Puerto Egmnot, pero luego se rinden ante el bloqueo de una fuerza naval enviada por Buenos Aires.

La cuarta invasión fue sobre la pequeña Islas de los Estados. En 1788 ingleses y holandeses se asientan en la isla, para la explotación indiscriminada de ballenas y lobos marinos, pero son desalojados en 1791 por el Virrey Loreto.

Y esto a consecuencia del Tratado Nootka Sound firmado por españoles e ingleses. Aunque en este tratado los españoles se ven obligados a indemnizar a sus adversarios por incursiones en aguas cercanas al Canadá, el artículo sexto del acuerdo es clave para los intereses argentinos.

Esta cláusula supone el “reconocimiento inglés de la soberanía española sobre las Islas Malvinas, dice Forero. Desde entonces, por el principio de uti possidetis, se sostienen nuestros inalienables derechos sobre la “perdida perla austral”.

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